Es muy sano aburrirse

Extraído de revista Sophia año 2006

Hoy en día tendemos a pensar que los chicos se aburren sino tienen algo para hacer y vamos de acá para allá en busca de alguna fuente de diversión: amigos, calesita, jueguitos, salidas a tomar un helado. ¿Qué pasa si probamos algo nuevo?

Se observa a muchas madres preocupadas por inventarles programas a los chicos. Cuando se repiten muy seguido estas situaciones vale la pena reflexionar, empezar a pensar. Muchas mamás, cansadas, desencajadas, se ven obligadas a llevar a sus hijos al shopping, a la calesita…. a lo del amigo. Esto no sólo pasa en vacaciones, sino también a lo largo del año y nos lleva a preguntarnos si tanto trajín es realmente necesario o si somos nosotras las que estamos poniendo alguna ansiedad nuestra, en este tema.
¿Los chicos realmente se aburren si los dejamos un rato solos o es nuestra mirada adulta la que no nos deja ver que les pasa?

Recordemos cómo era generalmente nuestra niñez. Jugábamos en la vereda, en el patio de nuestra casa, a las escondidas, a la ronda y tantos otros juegos, etc. Nuestras madres, más en casa, lavaban, planchaban, cocinaban. Nosotros jugábamos y, sino, jugábamos solos, con poco, con aquello que surgiera de nuestra imaginación. Por supuesto hoy las cosas son diferentes: las madres, generalmente, trabajan y existen el lavarropa, el freezer, el microondas. Las tareas y juegos de antes ya casi ni se ven, la inseguridad y los cambios urbanos han desplazado las viejas costumbres. Pero, más allá de todo cambio circunstancial, vemos que las madres no soportan que sus hijos se aburran. Así nunca vamos a dejar que los chicos puedan crear por sí mismos, imaginar, dejar volar la creatividad. Los jueguitos de hoy en día, llenos de luces y ruiditos, no les permiten mucha inventiva. Es más, los dejan de lado a los cinco minutos de empezar a jugar.

Un niño se divierte y crea con un trapo, una madera, cajitas; un muñeco, imagina que habla, elabora conflictos, descarga tensiones, la pasa bien, no necesita más.
Será bueno animarnos a dar un paso distinto. Brindarles un espacio para que encuentren sus propios recursos, o ver que pasa. No es fácil, seguramente aquéllos que están acostumbrados a tener programas noche y día, patearán al principio, después se sentirán bien. También nosotros entregamos nuestra propia actividad a la computadora, Internet, celular.

Los hijos son nuestra imagen y semejanza. Salgamos un rato de esta carrera y probemos haciendo maravillas con la imaginación.