Explicar lo inexplicable

Extraído de la Revista Viva de Clarín

Los manuales de Ciencias Naturales se encargan de enseñarles a los chicos el ciclo de la vida: “Todo ser vivo nace, crece, se reproduce y muere.” Nada que choque demasiado tratándose de una planta, un insecto, un sapo. Pero a la hora de explicarle a un hijo la muerte de su abuelo, o la de un tío joven y sano, las cosas cambian bastante. Los afectos y la cercanía con la muerte hacen que las simples respuestas de la ciencia se tornen absurdas e incomprensibles.

Es que en la mayoría de los casos, cuando se habla de la muerte a los chicos, los adultos a cargo también están de duelo, porque quién falleció era abuelo pero también era padre. Es importante no perder de vista que se puede pedir ayuda a otro familiar, amigo, o a un profesional sí los papás están muy afectados por esa muerte y no pueden explicarla a su hijo. El duelo comienza cuando la persona no está, aunque se pueden hacer duelos parciales por las cosas que ya no van a compartir con el otro, por ejemplo a partir de una enfermedad. Así, se puede poner en palabras la pena por lo que ya no se pude hacer con el tío.

Hay que escuchar muy bien las preguntas que hace el chico y responder a lo que está queriendo saber y no a otra cosa. El chico va a tomar el patrón familiar: si se expresan los sentimientos. Preguntará si percibe que habrá quien conteste; de otro modo va a cuidar el dolor de la familia y no va a expresar el propio.

Es importante recordar que la palabra no es la única forma de expresión al alcance de los chicos: también pueden contar lo que les pasa a través del juego, el dibujo, el llanto. Hay también niños que se retraen o expresan el dolor a través de la agresión. Lo mejor que pueden hacer los adultos que están cerca frente a una muerte, es transmitirles seguridad. Decirles uq la muerte de un ser querido es una herida, que al principio duele mucho y que después deja una cicatriz, que duele cada vez menos.

Otra clave que no hay que perder de vista es quitar cualquier dejo de culpa que pueda haber, ya que los chicos tienden a culparse por la muerte de alguien, sobre todo cuando ocurre después de una pelea con ellos. Si no sabe por qué ocurrió esa muerte, que hubo un accidente, una enfermedad, un deterioro, va a sentirse culpable por ella. Si se le dice que “se fue”, va a creer que es porque está enojado y que el culpable es él.

Ver a los otros en situación de duelo y cómo expresan su dolor los ayuda a identificarse y tomar un modelo.

Pero igual de importante es, no obligarlos a hacer nada que no quieran: ni ir al velatorio, ni al cementerio, ni hablar cuando no lo desean.

Antes de los cinco años los chicos no entienden tres componentes esenciales de la muerte: su condición definitiva, el hecho de que los muertos no tienen funciones vitales, y su universalidad. Por eso es frecuente que pregunten a cada rato si la persona va a volver.

Más que dar muchas explicaciones, lo que se aconseja con los chicos de esta edad es intentar mantener la rutina cotidiana lo más intacta posible y brindarles mucha contención afectiva.

En la etapa escolar están en condiciones de comprender la irreversibilidad de la muerte. A los 9 años ya entienden y es posible explicarles las causas. Con todos los chicos de todas las edades se pueden hacer álbumes de fotos, recordar anécdotas, gustos, y cosas compartidas con el fallecido, recalando tanto en lo bueno como en lo malo para evitar la idealización. Las muertes relacionadas con catástrofes, accidentes, atentados, requieren una atención especial porque afectan a muchos chicos al mismo tiempo. El juego es una forma sana de elaborar la angustia y un buen indicador para los padres de cómo están llevando el duelo.

Sin dudas no hay que dejarlo pasar. Hacer como que no pasó nada cuando se produce una muerte no es bueno para nadie, pero menos para el chico.

Conceptos claves
– Ayudarlos a entender la muerte como parte natural del ciclo de la vida.
– Responder con la verdad a lo que el chico pregunta, sin abundar en detalles ni explicar otras cosas.
– Dar espacio a la expresión a través de juegos, palabras, dibujos, cuentos.
– Respetar al chico si no quiere hablar sobre el tema.
– Pedir ayuda cuando uno solo no puede manejar la situación: a un familiar, a un amigo o a un profesional.
– Avisar del proceso de duelo a la escuela, el club y otros lugares de concurrencia del chico.
– Responder desde las creencias familiares, con argumentos que no confundan.