Herramientas para la vida

Probablemente muchos padres busquen que les digan qué y cómo hacer con sus hijos para que lleguen a ser felices y exitosos en la vida. Ante todo quiero decir que la felicidad no es un punto de llegada, sino que la vida es el camino.
Muchos padres creen que deben anotar a sus hijos después de la escolaridad, en una serie de actividades extra escolares. No cabe duda que estudiar es importante, como también lo es el conocimiento de idiomas, pero sin el desarrollo del ser, los conocimientos no pueden ser utilizados.

Ser incluye aspectos que no se ven como las posesiones materiales, pero son básicas. Por ejemplo la capacidad de cuidarse, de amar, la solidaridad, la capacidad de ser feliz, sentir y transmitir alegría y esperanza.

Ser padres con manual habla de padres que tienen interceptada la brújula interna, la conexión entre mente y afecto, que es la única guía verdadera. Implica la falta de modelos internos válidos y la falta de recursos empáticos para comprender al otro.

La crianza de un hijo implica crear un clima y condiciones suficientemente favorables, para que pueda desarrollar su subjetividad, es decir, llegar a sentirse dueño de su vida y de su futuro, pudiendo al mismo tiempo ser responsable del cuidado de sí mismo.

Estas condiciones favorables, ante todo están basadas en:

  • La noción de respeto a que el otro es diferente (los hijos no son una propiedad de los padres) y por otra parte,
  • En el afecto mutuo entre padres e hijos, desde que son recién nacidos o inclusive desde antes.

La relación mutua, es un encuentro pero son los hijos los que dependen de los adultos y no al revés. No hay nada sentido como tan natural como criar a un hijo y sin embargo tan difícil. En nuestra cultura se le da muy poco lugar a la ternura y es uno de los ingredientes básicos de una buena relación. La importancia que se le da en nuestra sociedad al éxito en lo material ha producido más de una confusión de valores. El éxito verdadero tiene que ver con lo que uno es, y a partir de ahí que se puede pensar en los logros. Lo importante es que se posibilítela adquisición de uno de los logros fundamentales para la existencia: el desarrollo de la propia identidad, junto con la confianza en uno mismo y el deseo propio. Si un hijo logra este estado, es porque contó con alguien que lo quiera y lo respete, y entonces, él mismo se tendrá en cuenta y también a los otros.

El deseo propio sumado al sentido que se le dé al mismo, va a potenciar la fuerza y la energía personal. Al deseo y el sentido hay que agregarle la ética. Aquí vuelve a cobrar un papel fundamental el ser y sus valores. La ética no se enseña con sermones, se transmite de acuerdo a lo que se es y se adquiere a través del respeto. Educar sólo pensando en el deber ser y lo correcto, arma personas exigentes pero no por ello felices ni eficientes, ni éticas. Educar con ternura, con conexión, favorece y proporciona una base para que el hijo pueda desarrollar su propio interés, su propio deseo, teniendo en cuenta al otro. El deseo es la fuerza interior que nos lleva a querer aprender, a relacionarnos con amigos, con parejas. Cuando el deseo es del niño está motivado internamente, tanto para el estudio como para el juego y para el deporte. Si al deseo se le suma el sentido, el niño encontrará los por qué, su propia motivación. Los padres pueden facilitar el desarrollo de dichas herramientas, con un entorno suficientemente propicio, captando la singularidad de cada uno. ¿Cómo se favorece el desarrollo de la propia potencialidad? A partir de los recursos internos de los adultos que cumplen funciones parentales.

Lo que se internaliza es la vivencia, no las órdenes ni los consejos. Las órdenes quedan incorporadas como mandatos y exigencias. La falta de pautas hace sentir abandono.

La tarea de ser padres tiene que ver con permitir que se desarrollen las posibilidades internas del hijo, que son las que van a dar una cierta seguridad interna frente a los cambios en la vida y las circunstancias del devenir. Para esto es necesario involucrarse emocionalmente con ese hijo, tener empatía, adaptarse a sus necesidades y sus tiempos, tener autoridad para marcar un rumbo, y respetar la autonomía del niño que va experimentando, hasta que poco a poco, pueda comenzar a decidir él mismo.